- septiembre 25, 2019
Historia del secador
El secador de pelo no fue un producto comercial y popular hasta finales de los años 60, cuando la moda del pelo largo llegó a los hombres y estos comenzaron a requerir la herramienta. Pero la historia de este aparato data desde mucho antes que los varones lo necesiten. En este artículo rebobinaremos el tiempo para apreciar así la carga evolutiva del diseño de un objeto que a diario tenemos en las manos.
El primer “fósil” de secador es de 1880: el Thermicon, fabricado por Hinck & Co. La forma era similar a la de un cepillo paleta: un mango de madera que, en uno de sus extremos, sostenía una pieza de cerámica esmaltada con algunas púas tipo cerdas, también de cerámica. Esta pieza se llenaba con agua hirviendo para luego cepillar el pelo húmedo y secarlo −proceso que ahora conocemos como brushing−.
En 1890, el peluquero francés Alexandre Godefoy vio en las aspiradoras (cuyos primeros prototipos se inventaron a finales del siglo XIX) la clave para el secador de pelo: invirtió el proceso en el que el artefacto succionaba aire para hacer que lo expulsase caliente. El nuevo dispositivo era ruidoso, pesado y de gran tamaño, pero aún así se empezaron a ver algunos en los salones de belleza.
Junio de 1911. Estados Unidos. El americano de origen armenio Gabriel Kazanjian logró el primer secador portátil para el hogar, en formato pistola. El mecanismo era simple: se calentaba el tubo por el que pasaba el aire con electricidad, mientras que la persona que sujetaba el instrumento impulsa el aire con una palanca adherida al mango. Su venta se dificultó por el alto riesgo de sobrecalentamiento y cortocircuito, por la dificultosa manipulación y su gran peso –cerca de 1 kg−.
En 1920, ya con la electricidad como la nueva vedette de la sociedad moderna, las empresas Universal Motor Company y Hamilton Beach, ambas de la compañía Racine Wisconsin, introdujeron el motor de la licuadora –que había sido patentada años antes– en el engranaje del secador. ¿El resultado? Menos peso y menos tamaño.
Aunque el invento se iba perfeccionando, la potencia todavía no era satisfactoria: el secador de monstruosas dimensiones –aquel que evolucionó hasta llegar al secador de casco– seguía siendo el popular de los salones de belleza.
Ocho años después, los gigantescos secadores de las peluquerías, los que originalmente craneó Alexandre Godefoy, consistían en numerosos tubos conectados a una bobina. Para 1930, la secadora de casco era un hit: más eficaz que su modelo anterior, aunque aún se necesitaba pulir el asunto de la potencia. Hasta 1950, el secador tuvo varias modificaciones y mejoras: la ergonomía de los cascos, mayor velocidad de aire, mayor temperatura, mayor resistencia, la opción para regular sus funciones e incluso accesorios asociados como revisteros.
En 1951, la empresa Sears Roebuck & Co. dio el primer paso para la popularización masiva del secador, cuando lanzó al mercado un modelo de secador portátil a bajo precio. Sin embargo, su público era principalmente femenino, por lo que no era considerado un producto comercial.
Para los años 60 y los 70, los motores eléctricos generaban mayor energía que los primeros prototipos, y con el pelo largo del hombre como protagonista, los secadores portátiles llegaron a casi todas las casas. Llegado el año 1990, ya eran poca/os la/os que asistían a una peluquería a meramente secarse el pelo.
El motor resulta fundamental hasta el día de hoy para juzgar la calidad. En Argentina, los importados tienen valor extra, en particular los italianos. “Esos son insuperables, no se rompen”, asegura una profesional en una entrevista realizada por Vanta en 2018.
Desde entonces, el diseño de esta herramienta no se modificó demasiado. El formato pistola se puede ver en la actualidad en secadores profesionales como el Vanta 3500 Premium, el Vanta K-Style 9000 o el Vanta 4000 IONIC. La tecnología avanza en torno a la practicidad y la tendencia indica que de a poco, los secadores serán cada vez más silenciosos y que los picos se irán acortando. De hecho, Vanta presenta en su catálogo algunos con boquillas reducidas: Vanta 500 Premium, Vanta 3800 Mini Compact New y el Vanta K-Style 9800. (http://bit.ly/catálogovanta)
Claro está que el secador es una herramienta destinada a cualquier persona, indistintamente de su género. Pero no solo cruzó esa barrera: los detalles del instrumento se afinaron tanto que su uso dejó de ser exclusivamente para el secado. “El secador es la terminación del trabajo; le das forma, lo modelás, lo retocás”, dice un especialista en peinado en la serie de entrevistas del año pasado. “Hoy el secador, la mano del profesional y un cepillo reemplazan cualquier tipo de elemento, como los ruleros, por ejemplo –explica otro profesional–. Es fundamental”.